Acotó su labor al barrio de las cuevas, dialogaba con los gitanos y enseñaba a los niños. Yo, entonces, embobado, lo admiraba; hoy creo que aquel hombre bendito era un apóstol del padre Manjón. Los pobres lo seguían, los pudientes lo rechazaban y los curas le odiaban. Una conspiración contra él (no recuerdo en qué consistió) le obligó a marcharse. Se llamaba don Pedro Poveda”
Francisco Poyatos López formó parte de esa exigua tercera España que se vio atrapada entre las otras dos. Como él mismo dice en prólogo "mis enemigos consiguieron algo sorprendente, paradójico: que Franco me separase de mi carrera calificándome de rojo y que la República cometiese el mismo desaguisado por considerarme fascista" (en Recuerdos de un hombre de toga, prólogo y pág. 9)