Habíamos cuatro gitanos y los cuatro acólitos. Vestíamos nosotros lo mismo que Don Pedro: nuestro monete negro. Salíamos con nuestras banderas. Yo era el banderín, el que llevaba la bandera grande, y todos los demás iban con banderines colorados. Recorríamos todos la calle Ancha y todo el centro del pueblo… (el sentido igualitario y la toma de posesión de la ciudad hacen sentirse orgulloso a Juan Bermúdez, dice Flavia Paz Velázquez al transcribir el testimonio)
A nosotros nos tenía una alpargatería. Y el que se encontraba descalzo, no tenía más que ir a la alpargatería: ´Deme usté unas alpargatas´. Y un comercio de ropa y tejidos, y nos vestía. Nosotros íbamos y no pagábamos. Luego iba él, pagando tienda por tienda…
Cuando el concurso del esqueleto, me dieron once pesetas. Nos pusieron a un castellano y a mí, y sólo él y yo supimos todos los huesos, desde las uñas de ls pies a la cabeza…
Yo le digo a usté, que aquel hombre se despepitaba por dar crianza a los niños…
Vamos, que si no se va Don Pedro de aquí, yo sería un hombre. Cuando se marchó, estaba yo hecho un mozalejo. Ahora ya no, pero entonces hubiera sido un hombre de ganar dinero… pa decirlo, vamos, que yo no he visto una persona que tenga un corazón tan hermoso como tenía. Se pirraba por nosotros.”