Por ARÁNZAZU AGUADO ARRESE.- Agradezco muy sinceramente en nombre de la Institución Teresiana la presencia de quienes han acudido a esta convocatoria. De modo especial a las entidades patrocinadoras y colaboradoras que han hecho posible este acontecimiento, y a las que han dado su apoyo de diversas formas.
Muchas voces se han levantado para diagnosticar el momento presente y sus reclamos a la educación. Informes de instituciones de prestigio han señalado dirección y horizontes en los ámbitos locales y en el ámbito internacional. Algunos muy recientemente y con indudable acierto.
Por ello, hacer un espacio a la reflexión sobre la cuestión educativa no significa un hecho aislado. Este Congreso se suma, entra, por así decir, en el foro de las preocupaciones educativas, de las preocupaciones humanas, en el que nos encontramos tantas personas, grupos, esfuerzos y búsquedas en el casi inicio de un nuevo milenio.
Los cien años de acción socioeducativa de Pedro Poveda, que este Congreso celebra con satisfacción y responsabilidad, nos hablan ciertamente de una siembra fecunda, en ideas y acciones, al modo como en él se daba esta unión: la más admirable coherencia. Una siembra que podemos calificar de valiosa iniciativa, porque nos habla en su origen y en su desarrollo de la capacidad de propuesta y de una visible fecundidad, más allá de las dificultades que acompañan en todo caso el alumbramiento de una iniciativa. Hoy, con perspectivas actuales, podemos reconocer en ella una iniciativa pedagógica con probadas posibilidades de incidencia en nuestras sociedades multiculturales.
Mirar a Pedro Poveda educador es acoger, pues, la vigencia actual de un pensamiento y una acción. Nos interesa sin duda reconocer cómo ha sido visto en los distintos momentos del siglo transcurrido.
Pero no menos nos interesa apreciar cómo se refleja y realiza en las distintas culturas y contextos hoy.
Se trata de una vigencia que trasciende el ámbito español y europeo en que inició su desarrollo justamente con el comienzo del siglo. Explicable esta vigencia por el carácter universal de sus ideas y por su capacidad de abrir brechas sobrepasando fronteras de distintos tipos.
Ciertamente en el caso de Pedro Poveda, es preciso y precioso insertar ya de entrada su aportación pedagógica en el conjunto de su figura en el ámbito cultural y en la comprensión de su contribución a la historia de la humanidad y de la Iglesia en los años que marcaron el cambio de siglo y el primer tercio del que ahora concluye.
Pedro Poveda, el beato Pedro Poveda, ocupa un lugar evidente en la historia de los procesos formativos. Con ellos se comprometió con su propia actividad, escribiendo incansablemente, creando instituciones y ofreciendo su colaboración a cuantas iniciativas condujeran a remediar situaciones y a proponer proyectos. La educación de las clases populares, la asociación profesional de los maestros y su promoción social, la actualización pedagógica del profesorado -preocupaciones fundamentales de Poveda-, así como sus realizaciones en el campo social y educativo, dan testimonio de su espíritu abierto y propositivo y del puesto que le corresponde ocupar en las búsquedas y logros pedagógicos del siglo XX.
Su pensamiento se ha desarrollado en una secuencia de afirmaciones articuladas acerca de la educación, que en su conjunto encierran un auténtico humanismo y que siempre encontraremos unidas a la experiencia concreta, a la prueba de la verdad que son los hechos mismos y a la pervivencia de sus ideas en incontables educadores de ayer y de hoy. Siempre hallaremos en las expresiones del estilo povedano de educar la referencia a los principios de una educación personalizadora, inclusiva, abierta, multicultural, comunicativa, anclada en valores cristianos, comprometida con el proceso de crecimiento humano de todos los que intervienen en el mismo, y de transformación social. En definitiva, líneas que considera indispensables para la realización humana.
Cuando miramos hoy la trayectoria seguida por la iniciativa povedana en materia de educación, nos encontramos, pues, con realizaciones concretas que han dado y dan actualmente forma a aquella propuesta que se fue desarrollando a lo largo de los años y que ha ido adquiriendo la fisonomía propia de los diversos tiempos y lugares.
Junto a las realizaciones iniciales al servicio de la formación y la mutua colaboración de los maestros en el ámbito español, afán que no se ha interrumpido hasta nuestros días, hay que mencionar el despliegue de su obra y de su pensamiento en América, en Asia, en África y en un significativo número de países europeos. Hoy pueden apreciarse redes educativas diversas de alcance internacional que atienden el ámbito universitario, la promoción de programas de desarrollo, la escuela en los diversos niveles, la formación de la mujer, los Centros de capacitación docente, la promoción de publicaciones, fruto casi siempre de una paciente tarea investigadora, etc. En conjunto, un amplio panorama de esfuerzos y colaboraciones.
Algunos impulsos de innovación han tenido especial repercusión en los ambientes pedagógicos como el desarrollado en las recientes décadas en torno a la educación personalizada.
Hoy hemos de contar también con una multiplicidad de iniciativas de índole extraescolar, que suponen esfuerzos valiosos para acoger situaciones educativas nuevas en determinados espacios sociales.
Y quizá el impacto mayor viene ofrecido por el amplio número de educadores y educadoras formados en la escuela de Poveda a lo largo de muchas generaciones y que en la discreta acción de su tarea cotidiana sirven a la sociedad con auténtica vocación.
Podemos afirmar que hoy la iniciativa povedana se da bajo el signo de la mundialidad. Y quizá sea éste uno de los aspectos que la hacen atractiva y vigente en el entrelazado actual de propuestas y de perplejidades -por qué no decirlo- que detectamos en el campo educativo.
La exigencia más profunda de la mundialidad radica en que en la presente coyuntura histórica las iniciativas e instituciones humanas están llamadas a servir a todos los seres humanos.
La mundialidad es a la vez un modo de sentirse en el mundo, un modo de ver el mundo y un modo de vivir en este mundo.
Sentirse parte de un todo. Uno puede autocomprenderse como sujeto autosuficiente, como una isla, o, al contrario, sentirse, saberse gozosamente parte de un todo, un todo humano (la familia humana universal) y un todo cósmico (el planeta tierra, el universo entero).
Al mismo tiempo, mundialidad es una visión del mundo: verlo como una comunidad de pueblos en la familia humana global.
Mundialidad es además vivir según el principio de responsabilidad: vivir el presente con la conciencia de ser responsables del futuro del mundo. Implica el compromiso de construir un mundo habitable y vivible para las generaciones futuras, tutelar el derecho al futuro, defendiendo al mismo tiempo los derechos del futuro en el presente.
Por todo ello, y con nuevos elementos que se irán incorporando a lo largo de ésta y otras exposiciones, bien podemos decir que la vigencia de la propuesta povedana en materia de educación participa en sus gérmenes iniciales y en su desarrollo actual de las características de la mundialidad, porque incluye una antropología de la comunicación entre los humanos, una superación de la autosuficiencia, un sentido práctico de la responsabilidad de la hora presente.
Pero más allá del contenido de su propuesta, podemos extraer de ella algo que tiene gran sentido, a mi modo de ver, en un Congreso de estas características: un modo de afrontar los grandes nudos del quehacer educativo hoy. Las que él llamaría «cuestiones palpitantes» o más precisamente «ocuparse en el estudio de los asuntos de palpitante interés» (P. Poveda, Alrededor de un proyecto, 1913).
Es justo que nos interese clarificar qué significa ese afrontar. Igualmente cuáles son esas cuestiones que reclaman hoy de todo educador y pedagogo, de toda sociedad responsable, no sólo atención sino disposición a entrar en diálogo con ellas.
El afrontar povedano está hecho de la capacidad activa de intuir certeramente, de cuestionar sin acritud, de proponer con decisión.
Si es así, afrontar al estilo povedano supone una disposición mental, (a plantear cuestiones, a detectar problemáticas y a entrar en contacto); un afrontar que podemos llamar tecnológico (puesta en práctica operativa de cauces y medios); un talante humano marcado por la responsabilidad y la previsión, y una incidencia política, es decir, conciencia de su repercusión en la ciudadanía. Sin duda todo ello encierra una disposición a actuar. «Poveda es un pedagogo ilustre, no de los que estudian y definen, sino de los que crean, de los que fundan, de los que edifican», se dijo de él («Claridades», 8 febrero 1917).
¿Cómo afrontar, pues, con talante povedano algunos nudos centrales de la actual realidad educativa?
La serie de artículos recogidos en la obra Alrededor de un proyecto (1913), da buena cuenta de esta manera de situarse ante la problemática del momento:
«Al problema pedagógico no se la ha concedido, en general, la importancia que tiene». «... Como no se tomó en serio el asunto, no se estudió. Si lo hubieramos tomado en serio, habríamos hecho cuanto hemos sabido hacer los españoles en Literatura, Teología, Filosofía y Ciencias naturales... Quizá sea una apreciación equivocada; pero a mi ver, todo nuestro atraso dimana de no haber dado verdadera importancia a estas cuestiones, y al encontrarnos en el aprieto de tratarlas sin conocerlas, haber ido desflorándolas para no hacer patente nuestra falta de preparación y de bagaje pedagógico. Si nosotros hubiéramos tomado en serio la Pedagogía... tendríamos hoy, ¡cómo no!, hombres, libros, maestros, escuelas, métodos, material científico...»
Nos deja Pedro Poveda una señal de la capacidad de mirar de frente la situación real y de «mirarla –como dirá en otra ocasión- por el lado serio», es decir por la vía del análisis profundo y la vía de la propuesta activa.
De manera indisociable conecta la concepción povedana el proceso educativo y la transformación de la sociedad. Así lo pone de relieve, entre otros estudios, la última tesis doctoral defendida tomando como campo de estudio el pensamiento povedano en materia de educación y publicada con el título Pedagogía en tiempos de crisis (Ramal, 1996). Cito textualmente:
«Lo que él vivió en Guadix se repetiría en varios momentos de su vida: mirada atenta descubriendo las posibilidades ofrecidas por la realidad; lanzamiento arriesgado de un proyecto; multiplicarse con todas las fuerzas para conseguir financiación y colaboradores para la concreción del plan; alegría y vigor en el trabajo diario sin desaliento; afrontar los obstáculos y ataques, las negativas recibidas que amenazaban limitar el alcance de sus proyectos».
Sus posteriores contactos con la inquietud del sector universitario en Oviedo durante su estancia en Asturias (1906-1913) le permitieron tocar de cerca los problemas políticos, educativos y religiosos que circulaban en el ambiente.
Pronto recibiría el mundo universitario el influjo de su acción, al tiempo que continuaría su incesante creación de Academias y Centros Pedagógicos. Desde 1914 hasta nuestros días la iniciativa povedana en el mundo universitario promovió residencias y asociaciones estudiantiles de todo tipo, auténticos espacios de formación.
Y así después, en Jaén y en Madrid, hasta entrados los años 30, mantendría vivo ese gesto de reflexión y acción cultivado a lo largo de toda su vida. Su extensa comunicación epistolar da buena cuenta de ello.
Quizá una primera consecuencia de colocarse en ese modo povedano de afrontar la cuestión educativa nos obliga a decirnos algo de radical trascendencia:
Ha llegado la hora de devolver a la educación su lugar propio en la dinámica social. Sin duda hay que situarla en su globalidad en el capítulo de «lo emergente». A quien tenga una mínima sensibilidad, no le faltará capacidad para verlo así. Emergente en ocasiones como fruto del empeño de algunos convencidos más que como fruto de su merecido reconocimiento. Emergente por la incisividad de las cuestiones que la afectan.
Poveda nos da la ocasión de trabajar en este Congreso para que ese lugar preferente sea concedido a la educación o al menos ésta gane un espacio, un trecho de camino en la opinión pública y, más importante todavía, en el buen hacer de tantos educadores aquí presentes que necesitan refuerzo y apoyo decidido para seguir desempeñando la noble tarea que les ocupa. Ojalá también esta nuestra reflexión contribuya, siquiera sea en pequeña medida, a otorgar a las preocupaciones educativas y al hacer pedagógico una atención cuidadosa en las políticas educativas.
Poveda fue uno de esos convencidos, que comprendió bien el influjo determinante de la educación en la conformación de la talla humana de los pueblos, familias, espacios sociales, y las negativas consecuencias que se derivan de su ausencia o de una consideración minimizada de la misma.
«Cuando en una población abunda el agua, no se preocupa el municipio en que sea mayor o menor la cantidad de ella que se pierda; mas en siendo escasa, todo son estudios y cálculos para que no se desperdicie una sola gota, si posible fuera. Así nos sucede ahora en el problema de la enseñanza. Quizá sin pecar de hiperbólicos —continúa— podríamos asegurar que tenemos hoy cantidad suficiente de agua para producir energía; pero esta energía, que es la que necesitamos producir, no podrá desarrollarse sino encauzando muy bien la que producen todos los manantiales: esfuerzo, talento y dinero». (Alrededor de un Proyecto, 1913).
Me atrevo a decir que la principal reforma que necesitamos es devolver a la educación el lugar central que le corresponde.
¿Será también hoy nuestro «problema» actual un problema pedagógico?
La Institución Teresiana, que presido, junto a las acciones que viene desarrollando en esta línea, ha mirado en reflexiones recientes la educación entre las cuestiones emergentes que configuran el hoy de la sociedad. Ha querido hacerlo con la sensibilidad de su fundador. Y ha subrayado la dirección por la cual avanzar en una visión cada vez más comprometida con una auténtica comprensión de la educación y su impacto.
«Se hace necesario formar personas que sean sujetos activos y participativos; comprometidos con la justicia, la solidaridad, los derechos humanos y la paz. Sin olvidar que el proceso educativo se da en lo cotidiano y en los diferentes ámbitos de nuestra vida: el hogar, el trabajo, el ocio, la calle, el aula, los medios de comunicación social, etc.» (Fe-culturas-justicia: Cuestiones emergentes, 1994).
Este Congreso no obviará los grandes nudos de la temática educativa actual ni las grandes áreas de preocupación. Basta mirar el ambicioso programa que nos convoca: la cita educativa en la familia y en la escuela, la mirada a la realidad social y de marginación, el conjunto de oportunidades y riesgos en el mundo joven, la indeclinable aportación de la investigación pedagógica, el deber y el derecho de la formación de los educadores, los retos de la sociedad tecnocientífica, la cuestión de la mujer, las raíces antropológicas y teológicas que sustentan la propuesta pedagógica povedana, etc.
A modo de pórtico o mirada inicial, me interesa identificar algunas de estas cuestiones-nudos relevantes con los que dialogar a la manera povedana de afrontar la preocupación educativa.
Esta exposición me permite tan sólo nombrarlos, consciente de que cada uno de ellos articula dentro de sí múltiples temas y posibles reflexiones:
- En la era de la comunicación, la devolución del rostro y la dignidad.
- Ante los fenómenos de exclusión, pedagogías inclusivas.
- Culturas e interculturalidad, el espacio ineludible.
- Las escuelas que merecemos.
- La difícil convivencia.
- Al encuentro de los adultos en la coyuntura presente.
- Educadores ante la cuestión metodológica y el clima educativo.
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ARÁNZAZU AGUADO ARRESE
Directora de la Institución Teresiana
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Presidenta del Congreso de Pedagogía, Pedro Poveda educador. Vol. 2. Edit. Narcea. Madrid, 10-13 julio 1997